Alrededor del siglo IX, un monje benedictino irlandés del monasterio de St. Paul, en la isla de Reichenau, inmortaliza en la parte inferior del manuscrito sobre el que trabajaba a su gato Pangur Bán.

Messe ocus Pangur Bán,
Yo y Pangur Bán, mi gato,
cechtar nathar fria saindan:
semejantes tareas abordamos;
bíth a menmasam fri seilgg,
su placer es cazar ratones,
mu memna céin im saincheirdd.
yo cazo palabras toda la noche.

En ocho estrofas de irlandés antiguo, de cuatro versos cada una, el monje encuentra en su fiel compañero de celda la metáfora perfecta para describir el placer que las palabras y la escritura le producen. Y así como Pangur Bán caza ratones, él caza palabras durante toda la noche.

Pangur Bán se convierte así en el símbolo del amor y la dedicación a la palabra, a la idea que ilumina la mente y el papel sobre el que toma cuerpo.

Y nace de esta forma nuestro proyecto que, amparado en su nombre, comparte la devoción del escriba por el eterno perfeccionamiento de un arte que se nos antoja imprescindible.

He fesin as choimsid dáu
Practicar cada día ha convertido
in muid du-ngni cach oenláu;
en perfecto a Pangur en su oficio;
du thabairt doraid du glé
Noche y día así yo aprendo
for mu mud cein am messe.
Y en luz la oscuridad convierto.

Nos gusta lo que hacemos, y trabajamos cada día para que el ciclo no se detenga. Para que las palabras encuentren su camino y se conviertan en ideas que alumbren nuevas palabras.